¿Qué día es hoy? ¿Ya es viernes? ¡¿
Llevamos una semana y media en cuarentena?!
Pues sí, una semana y media. Los primeros 10 días de nuestras vidas sin salir de casa para absolutamente nada. Nosotros hemos tenido la suerte de que esta crisis nos ha pillado estando yo de excedencia por cuidado de hijos pequeños. Yo me hago cargo de los niños, las comidas, lavadoras y limpieza, y Mr. D teletrabaja desde casa. También tenemos la suerte de vivir en una casa lo suficientemente grande
para que él pueda aislarse en una habitación y los peques y todo su ruido no le molesten.
A la gente que esta situación le ha pillado con los dos progenitores trabajando desde casa y con hijos (sobre todo con hijos muy pequeños), os mando un fuerte abrazo virtual. Tenéis que estar viviendo una auténtica locura estos días.
A parte de intentar (seguramente sin mucho éxito) trabajar de forma productiva, estaréis haciendo malabares para intentar que hagan las cosas que van indicando desde el cole, cocinando lo que podéis entre que los niños se van a la cama por la noche y ven un poco los dibujos, y del orden y la limpieza ya ni hablamos.
Esta situación está poniendo de relieve algo que ya sabíamos: el trabajo de los cuidados en esta sociedad no existe.
Se ha dicho eso de “las empresas facilitarán el teletrabajo”, pero no se ha dicho qué pasa con las familias cuyos dos progenitores trabajan y tienen descendencia en casa.
Teletrabajar con hijos en casa es una fórmula imposible. Estas semanas nosotros estamos acabando tan agotados que, para cuando la gente menuda se duerme, recogemos la cocina, ponemos lavadoras y sacamos la basura, tenemos que ver las noticias en movistar tv porque ya son las 11 de la noche (y casi todos los días nos dormimod en el intento).
Estos días yo me ocupo de que se ventile la casa, de que todo el mundo se quite el pijama y se vista para pasar el día aunque no podamos salir, de hacer las actividades que se proponen desde el cole de Torpedín, de hacer la comida, de que el nano se mueva y se canse haciendo ejercicio por casa o en la terraza, de que cada uno se eche la siesta cuando lo necesite, de poner lavadoras, secadoras y tender ropa, de doblar la ropa y volver a meterla en el armario, de ir limpiando y recogiendo la casa para que no parezca constantemente que ha caído la bomba atómica, de entretener a los dos enanos cuando ya hemos hecho de todo tres veces, de bañarles, ponerles el pijama, cambiar pañales, leer cuentos, limpiar culetes, cambiar ropa por escapes varios, calmar rabietas... Estos días me voy a la cama totalmente agotada.
No paro un momento en todo el día.
Y todo esto que yo hago, en el sistema se omite. Es un incómodo paréntesis en el que nada cabe y cabe todo. Porque si dos personas que están trabajando a tiempo completo ahora dentro de casa tienen, además, que hacer todas las cosas que hago yo en mi día, que venga Dios y lo vea. Es imposible.
De todas las situaciones en esta vida, por negativas y difíciles que sean, podemos aprender y sacar enseñanzas para nuestro futuro: el individual y el colectivo. Espero que esta crisis nos enseñe muchas cosas. Una de ellas, es que los cuidados son un trabajo. Uno verdaderamente importante, que debería ser remunerado, porque es durísimo y además no se acaba nunca.
Estos días en los que no podemos delegar los cuidados en abuelos, asistentes, comedores o guarderías, somos conscientes del tremendo trabajo diario que realizan cada día.
Tanto si es un trabajo que realiza algún miembro de la familia, como si es un trabajo que delegamos en terceros, seamos justos con la consideración que le damos, y con el cuidado, remuneración y condiciones de quien lo realiza.
En general el gobierno de nuestra nación, sea del color que sea, suele obviar el tema de la conciliación. Pese a estar viviendo un invierno demográfico que boceta un futuro muy incierto para nuestro país, no se facilita en absoluto la conciliación laboral
de padres y madres. Esta crisis es una caricatura grotesca de lo que se viene haciendo siempre; decirle a la sociedad: cada uno que se apañe como pueda.
Y así lo estamos haciendo, pero creo que hay personas que estos días lo están pasando muy mal. No sólo por la angustia e incertidumbre
que estamos viviendo ante esta crisis sanitaria sin precedentes en nuestra historia ni en la historia del mundo, sino además por la impotencia de estar viviendo en un caos laboral y doméstico en el que no se llega a todo. Ni a todo ni a la mitad, porque una gran porción del trabajo que debemos sacar adelante en cada casa es invisible.
Estos días, todo el trabajo invisible se hace más visible que nunca ante los ojos de todos.
Esperemos que ésta sea una lección que no olvidemos el día que volvamos a vivir nuestras vidas con normalidad y con libertad. Este virus ha venido a cambiar la historia, y a cambiarnos un poco a todxs nosotrxs.