Nunca he entendido y nunca entenderé que el día de la madre sea siempre un domingo. El día de la madre debería ser festivo nacional. Eso de ser festivo pero caer siempre en domingo es una fiesta pero a medias. Una fiesta silenciosa, como todas las tareas silenciosas que silenciosamente cargamos las mamás. Como el calendario de revisiones médicas de los niños, el menú semanal familiar o si mañana tienen Educación Física y tienen que ir de chandal. Silenciosas tareas como recordar las fiestas de cumples de los amigos de tus hijos, qué se regala a cada uno o cuándo es momento de hacer el cambio de armario cuando llega el verano. Silenciosas como estar en el grupo de whatsapp del cole, saber cuándo hay que comprarles ropa o que mañana celebran el día del libro en la escuela y tienen que llevar su cuento favorito. Tareas que no parecen un gran proyecto como gestionar la ropa cuando tienes varios hijos y quieres aprovechar lo que ya no le vale al mayor pero podrá aprovechar el pequeño. Tareas que parece que se hacen solas como esa maleta de fin de semana que aparece hecha por la mañana con los “por-si-acasos” de toda la familia.

Las mamás nos quedamos más en casa cuando nuestros niños enferman, pedimos más excedencias y reducciones de jornada para cuidarles y nos pasamos las noches en vela cuando no pueden dormir. Nos acordamos de la crema y la gorra cuando hace sol, del paraguas y las botas cuando llueve y siempre de la botella de agua y la merienda. Nos preocupamos por el bienestar emocional de los niños, sabemos cuál es su color favorito, y los deberes de cada día del cole. Es un trabajo silencioso, no remunerado y por eso parece que no existe. Pero existe. Y pesa. Y carga mucho porque no se reconoce. Y no digo que no haya padres que se preocupan de algunas o muchas de estas cosas, pero no son mayoría. No lo digo yo. Lo dicen los estudios “somos equipo” y “el coste de la conciliación” del Club de las Malas Madres.  Que la cosa va cambiando está claro, pero que queda mucho por hacer, también.

Nos hemos ganado un festivo nacional que de vez en cuando coincida en jueves, viernes o lunes y nos peguemos un puente del Día de la Madre. Y las flores están genial,  pero nos gustaría más un día con las amigas en un spa (o en el campo, o una comida tranquila) que hay que recargar energía hasta que toda esta carga mental esté reconocida como lo que es: un trabajo. El trabajo más maravilloso del mundo, sin duda, pero también de los más exigentes e importantes para la sociedad.

¡Espero que este año hayáis tenido un buen Día de la Madre! Y recordad que todas las mamás son mamás trabajadoras 🔥