Ninguna experiencia en mi vida me ha ayudado tanto a vivir el momento y no procrastinar
(dejar las cosas que tiens que hacer para más tarde) como la maternidad. Todos sabemos eso de “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”
o el inglés “no time like the present”, pero a la hora de la verdad, cuando te entra la pereza, por mucho que tengas que hacer, decides ver un capitulito más de Netflix antes de ponerte a la faena que sea (y quien dice uno dice tres). Lo mismo pasa con ese plan que querías hacer con unos amigos. Y empiezas a darle vueltas: pues a ver si la semana que viene..., pues si eso ya vamos hablando..., pues a ver si nos vemos... Porque, hasta que llega la maternidad, lo normal es que en algún momento tengas un rato o hagas por tenerlo.
Y quien dice una rato dice una semana más tranquila. Para hacer todas esas cosas que te propones hacer y has dejado "para más tarde"
sabes que puedes forzar un poco y sacar tiempo de tu rutina alterando algún parámetro.
A una mala duermes menos, o te levantas mañana pronto, o ya sacarás un rato a la hora de la comida.
Y de repente un día te conviertes en mamá, y tu vida deja de ser previsible.
Por ejemplo, un día lo empiezas con tu agenda lista para ir al curro y tus hijos se levantan con fiebre y tienes que ver qué haces a las 7 de la mañana con ellos porque tienes que irte a trabajar.
Otro día, coges del armario ese pelele tan mono que te habían regalado y un día por otro no le has puesto, y resulta que ya no le vale. O resulta que vas a hacerle ese vídeo a tu bebé cuando dice “Ma-Ma-Ma” tan mona con sus encías desdentadas y... ¿eso que hay ahí es un diente que le está saliendo? ¿En serio? ¿YA?.
O ese finde que habías planeado ir al zoo y te llaman el viernes de la guarde y te dicen que parece que el peque tiene boca-mano-pie. O ese día que habías hecho pescado para cenar y hay una boca que se niega en rotundo a comer nada que no sea pollo. O el día que vas con prisa porque tienes que hacer la compra
y llevas una comitiva que se para delante de cada producto del súper
porque es fascinante y por supuesto te dicen "mami yo quiero eto"... "¡Pero si eso es detergente para la ropa!"
y él te dice "Yo lo quiero , mami"...
En fin, anécdotas hay tantas como quieras. Pero el fondo de todo esto es que todo lo previsible y programable que era tu vida
(dentro de que todas las vidas tienen un cierto grado de aleatorias e imprevisibles) y todo el control que tenías sobre tu tiempo, tus espacios y tus rutinas DESAPARECE.
Y ahora empiezas a caminar haciendo equilibrios en una cuerda que atraviesa un caos constante de imprevistos, cambios de opinión y ritmos nuevos muy diferentes al tuyo.
El período de adaptación es tremendo.
Esas primeras semanas
en las que te da la sensación de que no haces más que dar teta o biberones, dormir al bebé, cambiar pañales, limpiar vómitos de leche, lavar sábanas y ropa que huele a leche agria... y para cuando vas a salir de casa a dar un paseo se vuelve a hacer caca y tienes que volver a empezar.
Poco a poco le vas cogiendo el truco, el bebé va espaciando las tomas, duerme menos, gana movilidad, se va haciendo a rutinas, y tú vas organizando tu vida.
Y cuando creías que lo tienes bajo control, cambia algo y tienes que volver a adaptarte.
Una amiga mía dice que tener hijos es como un experimento que, aunque lo hagas igual que ayer, el resultado nunca es el mismo.
Al ser mamá aprendes a navegar en ese mar de oleaje constante que a veces te marea, pero no puedes saltar del barco, así que tienes que hacerte al meneo.
Por eso, yo ahora cuando quiero hacer algo y tengo 10 minutos libres, lo hago. A lo mejor no termino, pero por lo menos empiezo. Si hay que ir a comprar algo y hoy tengo media hora mientras el peque aún está en el cole, voy.
Si tengo que preparar algo para Torpedín y tengo un rato, no lo pienso: me pongo.
Si quiero hacer algo con una amiga, pongo fecha. Si tengo algo que decirle a alguien, se lo digo. Y aprovecho cada momento que tengo con mis enanos porque soy muy consciente de que un día dentro de muy poquito ya no serán los mismos.
Bolinha estará andando y hablando con su hermano. A mi Torpedín le cambiará la voz y la dará vergüenza darme la mano por la calle. Y no pienso permitir que me pille desprevenida.
Ser mamá me ha hecho consciente de que puede que no tenga otro momento, que luego las cosas se tuerzan, que no encuentre otro rato porque la mayoría de las variables ya no dependen de mí. Así me pasó con este blog. Desde que decidí que quería empezar a escribirlo hasta que lo publiqué con un montón de contenido y de curro, no pasaron ni dos meses. Y por eso intento disfrutar y exprimir cada día con mis hijos. Por eso les borro la cara a besos y les abrazo tanto. Porque cada día es un día que no vuelve, y que no volveremos a ser los mismos. Porque ya solo pienso en “ahora o quizá nunca”. Pues AHORA.